martes, 9 de junio de 2009

RESEÑA DE LIBRO DE MARBOT EN "EL PAIS"

Artículo de Fernando Savater hoy, en su sección "Despierta y lee" de El País con la recomendación de dos libros, uno de ellos La voluntad de creer de James


¿Son compatibles la ciencia y la religión? ¿Es compatible la poesía amorosa y la ginecología? La respuesta es la misma: claro que sí, mientras cada una no pretenda enmendarle la plana a la otra. No es prudente acometer una cesárea tras documentarse en Juan Ramón
Jiménez o Rilke, ni recordarle a quien cree que un beso apasionado lleva al éxtasis que después de todo se trata de un simple intercambio de microbios por vía oral. Las leyendas y mitos religiosos nos ayudan a buscar un significado simbólico al mundo y a la vida,mientras que la ciencia nos aclara su funcionamiento natural. Por mucho que conozcamos el mecanismo de los hechos, siempre nos queda la pregunta por su sentido para nosotros, que va más allá. Cuando Camoens llama al mar “inexplicable” no se refiere sólo al ritmo de las mareas…
Lo malo es que ciertos clérigos se empeñan en corregir los datos científicos con dogmas y tradiciones piadosas. El creacionismo no se conforma con ser un mito del origen, más o menos respetable como tantos otros, sino que intenta disfrazarse de ciencia como“diseño inteligente” para colarse en las escuelas americanas—que excluyen con buen criterio la enseñanza
de doctrinas religiosas— y hasta en las universidades españolas, a poco que nos descuidemos. Ya se escuchan truenos episcopales contra la asignatura de Ciencias del mundo contemporáneo y no sólo contra Educación para la Ciudadanía. Denuncian que se pretenda imponer una “concepción del mundo”, como si el conocimiento científico no surgiese de la observación experimental de la realidad sino del capricho político. Con el pretexto de que la ciencia no resuelve todos los enigmas de la naturaleza, aconsejan recurrir a la religión aunque no resuelva ninguno. Trampas de la fe,
que también se dan en otros campos: como el capitalismo tiene muchos defectos, apliquemos el comunismo que sólo tiene defectos, etcétera.
Los que quieran conocer la opinión de un creyente ilustrado que no confunde religión y ciencia, pueden leer La voluntad de creer, el clásico de William James que acaba de editar Marbot. Debo advertirles, empero,que la obra desazona por igual a fieles e infieles desde finales del siglo XIX… A quienes por otra parte se niegue a aceptar que la verdad es una construcción política o cultural, lo que iguala a Darwin con Rouco Varela, les aconsejo El miedo al conocimiento, de Paul Boghossian (Alianza), donde aprenderán a distinguirla del capricho epistémico o teológico.El laicismo es imprescindible para la democracia, entre otras cosas, porque los políticos no entienden ya la parte sublime de los símbolos religiosos. Aludiendo a la vieja fórmula de juramento de los lehendakaris (“AnteDios humillado…”) a la que con buen juicio renuncióPatxi López, proclama muy ufano ZP: “¡Patxi, eres lehendakarisin humillarte ante nadie!”. Pero yo diría que el “humillado” no se refiere a quien asume el cargo—que bastantes inquietudes tiene ya— sino al Cristo que le mira desde el degradante tormento de la cruz.
Un detalle tan solo aunque, si acierto, cambia un poco la cosa… En cuanto a la política teológica, basta recordar la escalofriante leyenda que campea según Dante sobre la puerta del infierno: “Son la primera sabiduría y el primer amor quienes me crearon”. De esa proclama monoteísta nacieron todos los totalitarismos.

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