miércoles, 1 de junio de 2016

LA PAJARITA DE PAPEL. NOVEDAD MAYO.

CUADERNO DE DIRECCIÓN
Konstantín Stanislavski
ISBN: 9788494338229
Precio: 23,08 €

Hasta finales del siglo XIX, muchos actores en Rusia solían ser también siervos. En las familias más ricas, de donde provenía Stanislavski, ejercer una profesión que desempeñaban personas de una condición tan baja, no estaba bien visto. Por eso, Stansilavski luchó para que los actores tuvieran condiciones dignas de trabajo. En Mi vida en el Arte nos describe una situación que se vivía muy a menudo en la mayoría de los teatros rusos: “En el teatro, las tres cuartas partes del edificio están al servicio de los espectadores. Hay un restaurante, guardarropa, grandes vestíbulos, salones para fumar, lavabos con agua caliente, y pasillos para los tranquilos paseos en los intermedios de las obras. Solo una cuarta parte está dedicada al arte del teatro. En esta parte están los almacenes de las escenografías, de la utilería, de los materiales de iluminación, las oficinas, los talleres de realización y la sastrería. Para los actores quedan unos pocos huecos, debajo del escenario, que parecen establos
o perreras. No hay ningún tipo de ventilación y siempre están llenos de polvo y muy sucios. Suciedad y polvo que, además, están mezclados con los restos de las pinturas secas caídas de las escenografías y que producen malestar en los ojos y dificultad para respirar. Todo esto me recuerda a las celdas de un presidio”. Su interés por cambiar esta situación no solo era una reivindicación laboral, también lo era artística; era imprescindible transformar aquel panorama y crear un entorno apropiado para “una vida de respeto y de creación artística.”
El teatro ruso sufrió una verdadera revolución, al cruzarse en el camino el talento de Nemiróvich Dánchenko con las técnicas de interpretación de Stanislavski. Como consecuencia de esta unión nace, en 1898, el Teatro de Arte de Moscú, que significó el cambio más profundo en las artes escénicas en Rusia. Al poco tiempo se incorporó un médico llamado Antón Chéjov, que con un nuevo concepto de la dramaturgia, hará que Stanislavski pueda dar forma a lo que posteriormente se conoció como el método. Entre sus muchos logros, uno fue el respeto conseguido para el trabajo colectivo de los creadores.
Además de dirigir y actuar, Stanislavski también se dedicó a dar clases y a preparar a actores y actrices. Las notas y apuntes que fue tomando durante las clases, y que con mucho celo fue guardando, son lo que hoy se conoce como Cuaderno de dirección, llegando a escribir más de cien.
Esta escuela–laboratorio, como se la conocía en el Teatro de Arte de Moscú, fue muy importante para la formación de actrices y actores. Salvo contadas excepciones, la mayoría de los viejos actores, que eran profesores de arte dramático, enseñaban a sus alumnos los gastados clichés escénicos que ellos utilizaban, demostrando el poco interés que tenían por la verdadera enseñanza.
Después de 1928, a raíz de un infarto y una parálisis progresiva, y cuando ya él mismo se consideraba un viejo actor, Stanislavski se dedicó de lleno a la pedagogía teatral buscando la mejor manera de poder transmitir su método. Este fue su principal objetivo. Después de una de sus últimas clases escribió en su Cuaderno de dirección: “Ya no me interesa dirigir una obra de teatro; lo que realmente me importa es transmitir a los alumnos todo lo que he ido acumulando a lo largo de mi vida. Al irme de este mundo quiero legarles las bases de esta técnica que no se pueden estudiar teóricamente. Tienen que estudiarse en la práctica. Si en nuestro trabajo se estudia en profundidad esta técnica, en el futuro se irá desarrollando y difundiendo”. En este Cuaderno de Dirección, que ahora publicamos,
aparecen las primeras investigaciones de lo que, en la actualidad, se considera una de las más trascendentales aportaciones a la historia del arte del teatro.

Para más información sobre este u otros libros, podéis consultarnos o visitar la web de La Pajarita de Papel.

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